Man Walking on Floor

Vacuidad

Valoro bastante las nociones del mundo compartidas por los humanos, en general creo que son bien intencionadas. Pero no puedo negar que uno puede explorar por sí mismo el mundo y reportar lo que uno descubre y siente. Es con ese ánimo que escribo esto, como un explorador curioso, nada de lo que escribo a continuación es certeza. Escribo aquí con mis propias palabras e entendimiento, sin embargo como -disclaimer- tengo la intuición de que mis intereses en Buddhismo hayan sobreescrito sobre mi mente, incluso manchado una visión clara, en todo caso no estoy exponiendo lo que he aprendido de otros, expongo lo que quizá me han apuntado otros, pero he experimentado yo mismo.

Empezaré con que el mundo tiene una naturaleza de hacer que las cosas cambien; nuestras mentes para descifrar y hablar del mundo, necesitan nociones, las cuales son fijas, si no fueran fijas no podríamos entendernos. Pero el problema es que el mundo real, real en el sentido de el que se experimenta, no es fijo. Cada cosa tarde o temprano pierde sus propiedades que hacen de esa cosa esa cosa. Y para hacerlo menos abstracto me refiero a la muerte, todo muere, o más bien todo se transforma.

Esto tiene implicaciones gigantescas para muchos temas, pero dos temas en particular que quiero abordar en este post:

  1. La permeabilidad de la muerte en todos los aspectos de la vida.
  2. El entendimiento de la ilusión de «nuestra» voluntad.

Permeabilidad de la muerte

Cada vez que existe algo, ese algo se desintegra, en otras palabras la naturaleza del mundo es (en esa perspectiva) de destrucción continua. Por ejemplo, mi cuerpo, mi mente, están constantemente siendo destruidas por el mundo. Quiero transmitir bien esa sensación: el mundo es hostil a absolutamente todo lo que se puede decir «es algo». Y por tanto el mundo es hostil a mi. «Yo» estoy en constante lucha con el mundo para preservarme. Yo siempre me tendré que re-afirmar, para combatir la naturaleza del mundo de aniquilarme.

Si dejara de luchar, abandonaría el tedio de preservarme. Me convertiría en nada. Que de hecho sí soy, o bueno no soy en sentido de yo soy algo, si no que siempre he sido nada, porque todos los algos que pienso ser, nunca son. No hay nada que es.

Quizá para sentir aquello hay que dejar de pensar (no lo sé), porque pensar es generalmente hacer lenguaje, y ya establecimos que hacer lenguaje requiere nociones fijas, pero el punto es que la experiencia nunca es fija. Solo las nociones son fijas, y quizá podemos decir que existen fijamente, pero las nociones son distintas de la experiencia. Si las miramos en esta perspectiva a la que estoy invitando, las nociones pueden ser punteros, apuntan a que miremos algo de verdad (por ejemplo si doy la instrucción mira ‘tu cuerpo’), y si miramos de verdad (sin pensar, sin nombrar, sin hacer conclusiones) veremos fácilmente cómo todo siempre se está disolviendo. No es ni siquiera que se está disolviendo, disolviendo aquí lo estoy usando como el proceso en que: existe la tendencia de nombrar y cuando topamos de manera «palpable» con eso a lo que el nombre apunta en la experiencia real, nos damos cuenta de que toda creación de nombre es incorrecta y por ello «se disuelve», pero la verdad es que no hay nada, nunca hubo nada, repito: nunca, no hoy, ni antes, nunca hay nada.

Lo repito porque particularmente es muy difícil de ver, la mente tiene tanta inercia a hacer nociones, tiene tanta inercia a tratar de entender, a clasificar. Y es entendible que tenga esa tendencia, creo que tiene que ver con guardar energía y sobrevivir. Pero aunque sea la tendencia de la mente aquello, la tendencia es distinta de la realidad (que tradicionalmente hagamos algo, o conversemos de algo de una manera en particular no es prueba de que así es).

Entonces, continuando, la naturaleza del mundo es la muerte, pero solo mientras seguimos haciendo nociones, solo mientras seguimos creyendo que existen cosas fijas. Y eso tiene implicaciones también, pero antes quisiera acotar:

Que nuestra cultura, o quiza nuestra psicología (que son tendencias también), nuestros hábitos, forma de hablar, nos ocultan esa omniscencia de la muerte. Esa omniscencia del fenómeno de que todo cambia. Suena mal, suena triste, suena erróneo, peligroso, rebelde, lo siguiente:

Cuidar la salud es realmente luchar contra la naturaleza del cuerpo de decaer, cada vez que sentimos hambre es la muerte quien nos habla, y nuestra cultura ha hecho que consideremos la comida un arte, que la adornemos para quizá ocultar lo que realmente es: otra de las luchas de preservación del cuerpo; pocas veces saboramos algo rico y reflexionamos sobre que el sabor rico es la evidencia obvia de que estamos evitando el dolor de la enfermedad y el hambre, es como que lo rico está intimimante pegado al dolor. …y estas cosas del cuerpo son bastante básicas. En cuanto a la mente y la construcción de la sociedad hemos armado nociones tan complejas, quizá con la intención oculta de ocultar la verdad de la muerte. No es muy difícil proveer de alimento aunque sea malo y barato al cuerpo y sobrevivir, pero queremos más que sobrevivir, queremos estatus, queremos placer, queremos felicidad, alegría, respeto, admiración de los demás, satisfacción con nuestras actividades, queremos libre albedrío, queremos voluntad, queremos estar libres de la maldad, y de la tragedia; queremos poseer virtudes, tener bondad, sabiduría, inteligencia, poder.

Me parece que es fortuna tener aquellas cosas si el azar nos ha proveído de aquellas sensaciones por un tiempo. Lo que me parece errado a la luz de esta reflexión, es asumir que esas cosas que queremos son necesidades (sí, estoy diciendo que la alegría, la falta de tragedia, no son necesidades, ni siquiera la comida es necesidad), y también me aparece errado pensar que esas cosas son el objetivo de la vida, cuando en realidad son fortuitas, hacerlas el objetivo de la vida, suena a reducir la vida, reducir la realidad a nociones (que ya establecí, son naturalmente destruídas con solo poner un poco de atención). No solo eso, ser una persona, ser «yo» necesita actos constantes de mantenimiento, de re-afirmarse como distinto, como separado, pero si se deja de re-afirmar, se nota que el cerebro es un aparato compartido por todos los humanos, que las diferencias son ligeras comparadas con la base con la que el cerebro ha evolucionado. El cerebro es común a la humanidad, por ende, la sola capacidad de sufrir una sola vez, o de ver a «otro cerebro» sufrir es evidencia palpable de que el sufrimiento está enraizado en nuestro cerebro, el sufrimiento no está allá afuera en las cosas que suceden, el sufrimiento está íntimamente ligado a nosotros, sentir tristeza no es sentir tristeza de lo que me pasó, sentir tristeza es sentir la tristeza de los 2 millones de años que el Homo Sapiens ha caminado en esta Tierra, es sentir la tristeza, ¡la misma!, que han sentido millones de personas. Aquí, aquí están todas las tragedias de la humanidad, en este cerebro mío cercano. Entonces, si lo experimento ¿para qué evitarlo?

Y ok, el punto es que esta perspectiva, quizá parece sombría, desesperanzadora, sin embargo, ¿acaso no se puede ver la joya que esto está descubriendo? El final del conflicto. El final de la dependencia. Yo no soy yo, nunca he sido yo. Siempre he estado muerto. Yo solo miro a «mi» persona, como miro al cielo, como miro al árbol, como miro a «otra» persona. Solo miro mientras miro, y no miro mientras no miro. ¡Qué extraño decir lo siguiente! Pero soy libre de ser algo.

El entendimiento de la ilusión de nuestra voluntad

Fácilmente ahora, es entendible que no hay «nuestra», «mi» nada. Bueno, no es fácilmente entendible en el sentido que quizá no ocurre conmunmente, pero si es fácilmente entendible en el sentido de que no se necesita requisitos especiales, con solo ver la experiencia es claro, como argumentaba: que cualquier cosa que tomo por ser, no es, incluido: mi voluntad, mi vida, mi destino.

En la experiencia claramente se ve: que no hay nada que eliga (de una piscina de posibilidades), no existe una piscina de posibilidades, todo el universo aparece «sin sentido» a la vez. Aparece, surge. Aparece como milagro a cada instante. Incluido todo lo que convencionalmente llamo mío o mi elección. No es mi elección. Solo después decido (erronamente y pues también involuntariamente) que ha sido mi elección, y generalmente luego re-afirmo que ha sido mi elección, pero en el momento lo que realmente sucedió no fue así:

En el momento todo suceso: y particularmente mis pensamientos, no son decididos; esos pensamientos que son muchas veces el impulso de mis acciones o inacciones, y luego de la forma que tiene «mi» vida, solamente aparecen.

Como ejemplo simple (quiza ninguno es simple), hoy en mi mente mantengo que no me gusta tomar bebidas altamente azucaradas (o inserte su vicio rechazado cualquiera o aquello de lo que se siente orgulloso de rechazar por ser un muy virtuoso usted). Junto a ello recuerdo las razones que me llevaron a aquella «firme» decisión: – la mala experiencia de las consecuencias del mal hábito, las contadas malas experiencias de los demás. Recuerdo esas razones y ratifico mi decisió, y juzgo mi decisión de acertada e inteligente. Sin embargo, un examen más detallado, un examen que no juzga, un examen que describe, revela que nunca decidí nada; por simple azar, juzgue algún día «las bebidas azucaradas no son buenas para mi organismo»; por simple azar, surgió muchas veces el pensamiento: «voy a dejar las bebidas azucaradas»; por simple azar, y condiciones de azarosas de energía y disposición, surgió la acción (o inacción) de «rechazar y nunca comprar bebidas azucaradas, o reemplazar por simple agua»; por simple azar, han seguido apareciendo pensamientos de que mi decisión fue acertada; por simple azar cuando ha aparecido el pensamiento que dice que beba una bebida altamente azucarada, no me ha convencido. Y no hay ninguna garantía (quizá sí ilusión de probabilidad) pero ninguna garantía certera que un día en el futuro aparezca un pensamiento que me convenza de decidir lo contrario y beber bebidas azucaradas.

Lo de decidir, es solo una narrativa, quiza un ahorro de energía de contar cómo realmente pasó todo. La realidad es que simplemente pasó. Y que las cosas simplemente pasarán. Esto no es una afirmación de que existen otros poderes que actuan sobre nuestro destino, de que existe un oráculo o un libro donde todo está escrito, tampoco es una afirmación sobre el determinismo donde causas causan efectos. Es solamente notar lo evidente de que todo lo que sucede no es elegido; haz la prueba: mira tu proceso de elección con atención; elige una película, elige un plan de vida, elige tu esposo o esposa ideal, elige tu trabajo, y mira todas esas «elecciones», si hubieron opciones no elegiste esas opciones (solo aparecieron), si hiciste razonamientos no elegiste esos razonamientos (solo aparecieron), y si elegiste una entre las opciones que aparecieron en tu imaginación, la elección simplemente apareció, no hay entidad electora. No hay pensador, míralo bien, solo hay pensamientos que surgen y se van.

Sí, otra vez estas afirmaciones desesperanzadoras:

No soy dueño de mi destino, no guío mi vida, y nadie lo hace.

Pero sobre aquella desesperanza, comparto una historia de Chuang Tzu:

Si un hombre está cruzando un río
Y un bote vacío choca con su propia lancha,
Aunque sea un hombre de mal temperamento,
No se enojará mucho.
Pero si ve a un hombre en el bote,
Le gritará que se aparte.
Si el grito no es escuchado, gritará de nuevo,
Y una vez más, y comenzará a maldecir.
Y todo porque hay alguien en el bote.
Sin embargo, si el bote estuviera vacío,
No estaría gritando, ni enojado.

Los sucesos, no son guíados por electores. Los botes están vacíos. Uno mismo y la vida de uno, es vacía de conductor. Al igual que en el anterior tema, hay una joya aquí: ¡la inocencia! Ok, puedo oir la queja: ¿y la moral, y todas las atrocidades que suceden en el mundo? (y claro ¿y todos los premios a la buena voluntad y los actos benévolos?). Bueno, pues el hecho de que no haya conductores, no significa que no dejemos de intentar (si por suerte se nos ocurre) hacer un mundo mejor (en opinion no certera «mejor»).

Todo lo que he dicho sobre la inexistencia de la decisión no niega que los planes que hacemos dejen de ser tomados con importancia, al contrario, dado lo preciosos que son (ya que surgen sin «mi» autoría, y no hago ninguna afirmación sobre los mecanismos, verdad o falsedad de la causa y efecto), es claro que: el único momento para hacer el bien es ahora, y que todo el mal que sucedió, sucedió inevitablamente (sí, tambien el bien que haremos ahora es inevitable y el único momento para hacer el mal es ahora).

Lo neto (y el mayor punto que quiero hacer) es que hay inocencia, no como una persecución de convertirse en personas correctas, no como un pulimiento de la personalidad (que en este sentido solamente es la perpetuidad de la vanidad, y en sentido lógico con lo que argumento, un error: solamente alguien que no ve la inexistencia de la voluntad diría que pule su virtud), con todo el punto mayor, es que la inocencia existe como tejido fundamental de la realidad.

Por último,

Este es un tema sútil, para mi lo ha sido. Y mi sugerencia es tomarle atención sincera, que yo mismo no sé cuánto fallo en ello: entre distinguir entre lo que veo palpablemente en mi experiencia versus lo que deseo que sea verdad pero no lo veo realmente, o mis preferencias de estructuras de pensamiento o modelado de la realidad. A veces siento que describir la realidad siempre es erróneo. En todo caso, este preciso tema me ha dado liberación y calma; o como mínimo me interesa mucho.